LAS AGENCIAS DE CALIFICACIÓN
S&P, Moody's y Fitch siguen sin tener un competidor europeo
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La crisis comienza a ser historia y entre sus víctimas no figuran las grandes agencias de calificación --Standard & Poor's, Moody's y Fitch--, a las que se atribuye parte de la responsabilidad. Sin embargo, su supremacía no peligra, ya que está aparcado el proyecto de una agencia europea de rating que pueda plantarles cara.
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La hegemonía estadounidense en este campo es absoluta, ya que las tres grandes agencias controlan el 85% del mercado: S&P, con un 36,7%; Moody's, con un 34,5%, y Fitch, con un 16,2%. A la canadiense DBRS le corresponde un 1,27%, y el resto del mercado se reparte entre la veintena de agencias locales de calificación autorizadas a operar en la UE por la Autoridad Europea de Valores y Mercados (ESMA, en inglés). Entre ellas destacan la alemana Creditreform, la italiana Cerved, la francesa Ellisphere, y la española Axesor, la primera de todas en recibir el visto bueno de la ESMA, puesto que hasta entonces eran los supervisores locales los que concedían la autorización. Axesor tiene en vigor más de 60 ratings públicos y ha certificado la solvencia de todas las emisiones realizadas en el Mercado Alternativo de Renta Fija (MARF).
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Ya en el 2009, los integrantes del G20 se propusieron someter a las grandes agencias de rating a una entidad reguladora que controlara su funcionamiento para tratar de rebajar la excesiva dependencia del mercado de sus calificaciones. Sin embargo, de garantes de la solvencia y viabilidad del mercado S&P, Moody's y Fitch pasaron a ser "las que más errores cometieron durante la crisis", causando "tremendos daños colaterales", tras lo cual salieron "absolutamente indemnes", en palabras del presidente del BBVA, Francisco González.
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Más que daños colaterales, las grandes agencias provocaban terremotos bursátiles y de confianza, hasta el punto de que en el 2013 la ESMA las acusó de conflictos de intereses tras detectar "fallos" que comprometían la independencia e integridad de las calificaciones. En concreto, la ESMA advertía de que los analistas "no respetaban en todos los casos la confidencialidad de la información de las evaluaciones" ni practicaban "suficientes controles internos". Por ejemplo, la ESMA constataba casos en los que "se divulgaban futuras acciones de calificación a terceras partes no autorizadas" y que los controles internos no identificaron estas prácticas.
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Pero, superado lo peor de la crisis, la necesidad de contar con una agencia europea de calificación cuya independencia no despierte recelos, con un perfil más "profesional" y menos sesgado y que pueda plantar cara al triunvirato de S&P, Moody's y Fitch, se ha enfriado. Y más aún desde que su principal paladín en Europa, Michel Barnier, haya dejado de ser comisario de Mercado Interior tras las elecciones europeas del pasado año. Los 300 millones de euros necesarios para la puesta en marcha del proyecto no son el único obstáculo, sino que también hay discrepancias sobre el modelo de gestión, público o privado.
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EL PERIÓDICO DE ARAGÓN
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